martes, 21 de febrero de 2012

Sistemas de progresión. Nuestro túnel del tiempo.


Carta natal y formación del carácter

Cualquiera que haya tenido algún contacto con la astrología sabe que una carta natal es un mapa que registra de una manera esquemática las posiciones del Sol, la Luna y los planetas del sistema solar en el instante del nacimiento de una persona y en referencia a su lugar de nacimiento. Pero en astrología casi nunca se piensa en esa carta como en un mapa del cielo, sino que se ve en ella más bien un mapa de la persona, de su modo de ser y de su destino. Es la carta de alguien, es mi carta, la que me informa de dónde está mi Sol, mi Luna, mi ascendente. Más que mi carta, soy yo. Por eso decimos "soy Aries", en lugar de "nací cuando el Sol estaba en el signo de Aries".

Probablemente llevamos demasiado lejos esta identificación de la persona con su carta natal en la forma en que comúnmente nos expresamos en el lenguaje de la astrología. Si quisiéramos incluir al recién nacido en el dibujo mismo de su carta natal, no sería más que un punto diminuto en el centro de la carta. Todo lo demás es el estado del universo al que acaba de llegar, su mundo, su entorno cósmico. Pero de alguna manera profundamente misteriosa parece como si el niño se enfundara este entorno cósmico haciendo de él su segunda piel y manteniéndolo adherido a sí mismo y aparentemente inmutable por todo el resto de su existencia.

La experiencia del nacimiento representa una conmoción tan intensa que no es de extrañar que deje una huella imborrable, aunque no pueda ser recordada conscientemente ni expresada verbalmente porque el niño no ha desarrollado todavía un sistema de conceptos y un lenguaje que le permitan asimilar lo que experimenta y fijarlo en la memoria de una forma definida. Esa intensidad no se disuelve como por encanto un segundo después de haber nacido, sino que se mantiene en las primeras horas, días, semanas, meses e incluso años, aunque, como es lógico, vaya perdiendo gradualmente fuerza a medida que el infante se va familiarizando con su mundo. Por eso, además de la configuración de los planetas registrada en la carta natal, los astrólogos se han interesado especialmente por lo que sucede en el cielo en esas primeras horas, días, semanas, meses y aun años, como una posible fuente de información de las pautas de comportamiento que desarrollará el niño en su vida adulta y los acontecimientos que le tocará experimentar.

La psicología evolutiva y el psicoanálisis coinciden en subrayar la importancia de estos primeros años en la formación del carácter. Sigmund Freud elaboró su conocida teoría del desarrollo sexual infantil a través de la fase oral (desde el nacimiento hasta los 12 ó 18 meses), la fase anal (12 meses - 3 años) y la fase fálica (3 - 6 años), que son las más determinantes y van seguidas de un periodo de latencia (6 años - pubertad) y de una fase genital (pubertad - vida adulta). Alfred Adler, por su parte, formuló el Principio de la precocidad del carácter, que Jaime Bernstein nos resume así:
El proceso de formación del carácter se realiza durante los 4 ó 5 primeros años de la vida. En ese temprano período el individuo se construye un estilo de vida que casi siempre se mantiene idéntico, incambiado, durante su vida ulterior. Bien captado, el carácter que el niño muestra y forma en su hogar y en el jardín de infantes, en sus actitudes y relaciones frente a sus compañeros, frente a los mayores, frente a las obligaciones, frente a las cosas, y, en fin, frente a sí mismo, anticipa el que mostrará más tarde, en sus diferentes etapas evolutivas, frente a los hombres y las mujeres de su contorno, frente al trabajo, el amor y la sociabilidad. Los mismos patrones de pensamiento y de la conducta infantiles se van aplicando de modo semejante a las situaciones equivalentes de la adultez, y si dan resultados diferentes sólo lo serán en su nivel de complejidad aparente, pero el esquema esencial, básico se conserva siempre idéntico. (Alfred Adler, El carácter neurótico, pp. 16-17, Barcelona, 1993).

Articulación de los principales sistemas de progresión

En la década de los cincuenta, Edmund Herbert Troinski (1910-1982) introdujo dos nuevos métodos de predicción y análisis de sucesos a través de la astrología basados precisamente en el estudio de los movimientos de los planetas en estos primeros años de la formación del carácter. El primero de ellos, denominado Direcciones Terciarias I (DTI), establece una correspondencia simbólica entre cada día solar medio posterior al nacimiento y cada mes lunar trópico medio posterior al nacimiento. Un día solar medio es el tiempo comprendido entre dos pasos consecutivos del Sol por el meridiano de un lugar, que asciende, por término medio, a 24 horas y equivale a una rotación de la Tierra sobre su propio eje. Un mes lunar trópico es el tiempo comprendido entre dos pasos consecutivos de la Luna por un mismo grado del zodiaco tropical, que en promedio asciende a 27,321582 días. Como la Luna emplea el mismo tiempo en girar sobre su propio eje que en completar un giro en torno a la Tierra, el mes lunar trópico es también la medida temporal de la rotación de la Luna. Por tanto, el sistema de las Direcciones Terciarias I pone en correspondencia cada una de las rotaciones terrestres posteriores al nacimiento con cada una de las rotaciones lunares posteriores al nacimiento.

El año trópico medio es el tiempo comprendido entre dos pasos sucesivos del Sol por el mismo grado del zodiaco tropical (365,242199074 días solares, por término medio) y equivale al movimiento de traslación de la Tierra en torno al Sol. El sistema de las Direcciones Terciarias II o Terciarias minor (DTII) pone en correspondencia cada mes lunar trópico posterior al nacimiento con cada año trópico posterior al nacimiento. Es decir, cada revolución lunar, además de su propio periodo de vigencia, se refleja también a otra escala en el periodo de vigencia de la revolución solar del mismo número.

Aplicando la ley transitiva, si un día es igual a un mes (DTI) y un mes es igual a un año (DTII) entonces un día es igual a un año (Progresiones Secundarias). Esta integración de los tres sistemas que acabamos de mencionar se hace posible gracias a la intermediación de los ciclos de la Luna con los de la Tierra y el Sol. En el caso de la Luna, en efecto, un día es literalmente igual a un año (ambos duran 27,321582 días solares), mientras que la ecuación de un día solar con un año que define la técnica de las Progresiones Secundarias es meramente simbólica.

Llevando un poco más lejos este juego de correspondencias, si un día es igual a un año (PS) y el Sol recorre en promedio poco menos de un grado por día, entonces poco menos de un grado es igual a un año. Esta ecuación se utiliza en las llamadas Direcciones de arco solar, que mueven los planetas de la carta natal a razón de poco menos de un grado por año, por término medio (medida conocida como arco de Naibod). Las Direcciones simbólicas grado-año son otra técnica muy semejante a la anterior que desplaza los planetas un grado exacto por año de vida. No se trata de un simple redondeo o aproximación a las direcciones de arco solar, sino que la medida de un grado está avalada por ciertas propiedades armónicas de la división del círculo.

Ahora bien, si la porción del zodiaco que cruza el meridiano o el horizonte de un lugar en aproximadamente 4 minutos mide alrededor de un grado (o un arco de Naibod) y un grado (o un arco de Naibod) es igual a un año, entonces 4 minutos se corresponden con un año. Esta ecuación es la base de las llamadas Direcciones Primarias. Sin embargo, en este sistema los movimientos de los planetas no se miden en el zodiaco, sino en la esfera local o en el ecuador.

Suponiendo que la vida de una persona se extendiera por un plazo de 90 años, las primeras 6 horas de su vida definirían sus direcciones primarias, los primeros tres meses de su vida determinarían sus progresiones secundarias, los primeros 3,3 años de su vida contendrían sus direcciones terciarias I, y los primeros 6,7 años de su vida sus direcciones terciarias II o terciarias minor.

Los periodos asociados con las direcciones terciarias se ajustan bastante bien a los años que la psicología considera decisivos para la formación del carácter. Por esta razón, es de esperar que un seguimiento en profundidad de las configuraciones planetarias que se van sucediendo por este sistema de direcciones pueda arrojar bastante luz sobre la constitución del carácter a través de las diferentes fases del desarrollo de la infancia y sobre las raíces de las situaciones interpersonales y acontecimientos en los que se vea envuelta la persona en su vida adulta. Además, dada la peculiar manera en que están interconectados los diferentes sistemas de progresión, podemos relacionar directamente fechas diferentes de la vida de una persona en las cuales una misma carta estaba activa. Las posiciones de los planetas en el día 81 de la vida de una persona, por ejemplo, actuarán primero como tránsitos en ese mismo día, después como DTII poco antes de cumplir 3 años, más tarde como DTI poco después de cumplir 6 años y de nuevo a la edad de 81 años por progresiones secundarias. De esta forma, si sabemos que una persona sufrió una situación traumática en su infancia cuando tenía, por ejemplo, tres años y vemos que, en efecto, los tránsitos para esa edad eran muy complicados, podemos esperar que a los 40 años se presente, quizás, una crisis de ansiedad o una reedición de la situación traumática a otro nivel, y de nuevo algo parecido hacia los 80 años, porque los tránsitos activos a la edad de 3 años configuran las DTII de los 40 años y las DTI de los 80.

Aunque no dispongamos de un túnel del tiempo que nos permita viajar a otras épocas, parece que el tiempo mismo sí dispone de un sistema que le permite viajar a través de nosotros por estos mecanismos de proyección de unos ciclos en otros. Sin embargo. aunque una misma carta pueda estar activa en fechas diferentes por los distintos métodos de progresión, no vuelve a ser totalmente la misma, porque la velocidad de movimiento de los planetas es distinta en cada caso y porque en cada ocasión está en competencia (o en colaboración, según queramos verlo) con tránsitos diferentes.


Cómo calcular las progresiones

Los métodos proporcionales que ponen en correspondencia un día con un mes, un mes con un año o un día con un año son extremadamente simples y claros en sus conceptos básicos y su cálculo puede resolverse con sencillas reglas de tres. A pesar de ello y por increíble que parezca la mayor parte de los programas que incluyen progresiones secundarias y terciarias calculan mal el Ascendente y las cúspides de las casas progresadas. He explicado qué es lo que hacen mal y por qué lo hacen así en el artículo siguiente:


En ese mismo artículo se incluye una utilidad que facilita el cálculo correcto de estas cartas. El tema de las direcciones terciarias sólo lo comento ahí de pasada y creo que merece una consideración más detenida, porque las razones de las incoherencias en el tratamiento de la domificación de las cartas progresadas terciarias son algo diferentes que en el caso de las secundarias. Pero para agotar esta cuestión tendría que introducir algunos conceptos adicionales, tales como la diferencia entre el enfoque discreto y continuo de progresiones y direcciones y sus variantes conversas, temas que, por ahora, prefiero dejar para un próximo artículo.

© 2012, Julián García Vara


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